En Occidente, tenemos una arraigada tradición de protección a los animales. Por esta razón, nos parece natural adoptar mascotas, darles afecto e incorporarlas a nuestras familias. También les brindamos costosa atención veterinaria, les damos ricas golosinas y fantásticos juguetes para su salud y entretenimiento.
En este sentido, muchos países fomentan la creación de leyes que resguardan la fauna silvestre y doméstica. Ahora bien, ¿qué sucede en otras culturas que carecen de esas costumbres y de toda norma proteccionista?
En China, por ejemplo, es poco común que una familia mantenga compañeros caninos. Incluso, es sabido que hay regiones en donde el perro es componente importante de la gastronomía regional. Ante tales circunstancias, resulta sorprendente la labor de Weng Junhong, una técnico medioambiental jubilada, que dedicó sus años dorados a rescatar animalitos de la calle.
Vivir por y para ellos
En estos momentos, la señora Weng da acogida a más de 1.300 perros, otras tantas decenas de gatos, pájaros, conejos y hasta caballos en su propia vivienda. Para ello, cuenta con la ayuda de seis empleados quienes comparten no solo valores proteccionistas similares, sino también los mismos espacios que los caninos rescatados.
Ahora bien, ¿cómo se vive con y entre tanta fauna? ¿A qué huele y suena una población tan densa y diversa de mascotas bajo un mismo techo? Y, ¿a qué coste?
Coste material
El producto de la venta de su propia casa ha permitido que la señora Weng pueda proveer la dieta y el aseo de los miles de pequeños beneficiarios. Aunque ha contado con ese capital, tuvo que solicitar un grueso préstamo a un banco. Adicionalmente, recibe donativos de generosos benefactores.
Ahora bien, la suma de esas entradas apenas cubre la logística y la alimentación de tan complicada operación.
En lo personal
Con frecuencia, nuestra heroína ha tenido que mudarse ante las protestas de los vecinos por los ruidos y condiciones precarias de sus sucesivas viviendas. En un esfuerzo por mantener sanos y salvos a sus pequeños huéspedes, ha sido necesario contratar asistentes y asumir esa carga humana como empleador.
Labor sanitaria
A diario, Weng y su equipo deben deshacerse de las deposiciones nocturnas de cada animalito. Luego, se reacondicionan las jaulas que habitan para proporcionarles un mínimo de condiciones favorables de vida. Más tarde, hay que ocuparse de la alimentación de sus centenas de protegidos.
Un aspecto importante es el de la atención veterinaria, en sí algo de elevado coste material. Al respecto, es probable que semejante densidad de población presente problemas de contagios de sarna y rabia, entre otros parásitos y patologías, no solo entre los animales sino entre los humanos que los cuidan.
Sin duda, surgen interrogantes: ¿Es sano mantener a tantos perros en jaulas individuales? Hay quienes consideran que eso representa una calidad de vida inferior a la de la calle, al borde de la crueldad. Sin embargo, otros justifican ese método para resguardar a los pequeños de las agresiones que surgen naturalmente tanto en su hacinamiento como en su vida silvestre.
¿Cuántos son suficientes?
Existen países donde se aplica el concepto de tenencia responsable. Esto es, el mantenimiento de un animal de compañía siempre y cuando se sujete a la normativa legal, con sus debidos registros y bajo condiciones sanitarias aceptables.
Cuando la cantidad de habitantes en un solo local comienza a desbordarse, empiezan a perderse esas pautas para un buen vivir. Cada individuo, sea humano o animal, percibe un impacto negativo en salud física y emocional. En definitiva, se avanza hacia el caos, la enfermedad y, en consecuencia, el sufrimiento.
Sin duda, es de sabios mantener el control de la población que comparta un mismo techo, por la salud y el bienestar general de todos. Esto aplica tanto a humanos como a cualquier especie del reino animal.
En consecuencia, la tenencia responsable dependerá del espacio disponible, los recursos económicos a la mano y la sensatez de quien opte por cuidar esos animalitos.
Generosidad o Demencia
La señora Weng demuestra un enorme corazón y conciencia conservacionista. Asimismo, sirve de inspiración para otras personas con similar inquietud. No obstante, en su desmedido afán de dar, evidencia una condición clínica similar a aquella que presentan los humanos incapaces de controlar la recolección de objetos.
Síndrome de Noé
Casos como el que nos ocupa reciben el nombre científico de “trastorno de acumulación de animales” o Síndrome de Noé. Consiste en reunir mascotas de una o varias especies, generalmente sin contar con los medios económicos para darles buen vivir.
Este afecta con mayor frecuencia a adultos mayores con aislamiento social y condiciones psicológicas sin diagnóstico, tales como trastorno bipolar u obsesivo-compulsivo. Evidentemente, sus mascotas le sirven de escudo ante el dolor de las circunstancias externas, en especial las sociales, lo que los convierte en ermitaños.
Típicamente, el sujeto no será capaz de reconocer que su pasatiempo represente un problema, incluso de salud pública. Tampoco podrá limitar o detener la aceptación de nuevos individuos y, así, la población de huéspedes crecería cada vez más. En otras palabras, se convertirá en una compulsión, por ello estaríamos ante una patología con urgente necesidad de tratamiento médico.
En tales supuestos, la persona afectada alegará siempre sus motivos altruistas, sin darse cuenta que, en realidad, expone a esos animalitos a tratos crueles. Es decir, la satisfacción de su impulso o adicción se hará más importante que el bienestar tanto de sus protegidos como el suyo propio.
Tratamiento
Una vez que se reconozca que existe un problema de salud mental, el paciente deberá acudir a un especialista médico. Así, deberá comprender que este estilo de vida encubre otra condición de base. Como tal, recibirá tratamiento de retiro de su “droga”, en este caso, suspenderá el cuidado de sus animalitos.
Reinserción social
Una vez aliviado de la gran responsabilidad para con sus mascotas, el sujeto podrá reincorporarse a las dinámicas más naturales de interacción humana, mediante la adquisición de hábitos saludables y actividades de reinserción en la sociedad. En añadidura, podrá cesar sus comportamientos nocivos hacia sus pequeños protegidos y darles mejor calidad de vida. Al menos, ya no incurrirá en nuevos maltratos.
¿Qué hacer ante esta situación?
Si usted identifica un caso similar en su comunidad, comprenda, en primer lugar, que se trata de una condición de salud y, por ello, deben evitarse juicios y condenas. En segundo lugar, con su ayuda y la de la comunidad, pueden canalizarse las ayudas médicas y sanitarias a la persona con este trastorno.
Finalmente, mantenga siempre una actitud compasiva tanto hacia el sujeto como a sus inocentes mascotas. Así, cualquier mejora en la situación, por pequeña que sea, le aportará una infinita satisfacción.