Aunque pueda parecer increíble y sorprendente, el protagonista de nuestra historia de hoy, Pep, un labrador negro, ingresó en la prisión de Eastern State acusado de matar a un gato. Te recomendamos que leas hasta el final de la historia, ya que todo tendrá sentido….
Para desgracia de Pep, el gato no era un gato cualquiera, sino que se trataba del gato de la esposa de Gifford Pinchot, gobernador de Pensilvania en 1924 y como castigo, no dudó en enviar a la penitenciaría a Pep a cumplir condena.
Los funcionarios de la prisión asignaron a Pep un número de preso y tomaron la típica foto de ingreso en la cárcel como si fuera un humano más. De echo, Pep pasó a ser un preso común como otro cualquiera.
Esta rocambolesca historia atrajo a la prensa de la época que publicó en el Boston Globe la situación de Pep como preso por haber matado al gato de la mujer del gobernador
Años después se sabría que Pep era inocente de tal asesinato y que había sido acusado por un periodista de la época que convenció a la mujer del gobernador y propietaria del gato de que Pep era el asesino.
También se supo que el gobernador había oido que en otras prisiones se estaban usando perros para ayudar en la terapia de rehabilitación de presos, por lo que usó a Pep para iniciar este programa en la penitenciaría y a la vez contentar a su esposa.
Para concluir este artículo, decir que Pep fue feliz en la cárcel. Andaba con libertar por todas las zonas de la penitenciaría y fue muy querido por los presos a los que ayudó con su terapia y a los guardias
Esta es la sorprendente historia de Pep. Afortunadamente, los perros no saben lo que es una carcel ni lo que supone la privación de libertad.
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