Al menos podemos catalogar de extraños los hechos acaecidos el 3 de octubre de 2015 en una cacería en Faramontanos de Tábara donde J.G.M. fue acusado de matar con su rifle a un perro.

Una vez juzgados los hechos, la Audiencia ha absuelto al acusado y revoca la anterior sentenia en la que J.G.M fue condenado a seis meses de cárcel y de inhabilitación para poseer o trabajar con todo lo relacionado con animales.

El tribunal considera que los hechos son confusos y no se ha podido probar de forma fehaciente que el acusado mató al perro de un tiro con su rifle: «no todos los indicios resultan suficientemente acreditados»

Y lo cierto es que hay mucha confusión en este caso. Para empezar, el acusado negó que el perro fuese suyo y los testigos no se pusieron de acuerdo acerca del número de disparos que oyeron en aquél momento. Hay quien escuchó tres disparos, dos, uno e incluso los que no escucharon disparo alguno.

Por otra parte, los dos testigos principales del juicio M. F. y T. P. no vieron directamente al acusado disparar al perro e incluso un hecho reconocido es que «el animal se hallaba en el interior de un maizal y la altura del mismo impediría ver lo que ocurría en el interior».

También resulta extraño que los testigos no denunciasen los hechos sino que estos fueron escuchados por la Guardia Civil quién abrió una investigación.

J.G.M declaró: «Me han hecho quitar los perros dos veces. He sufrido daños morales incalculables. Me han tratado como a un asesino. Esto ha sido una caza brujas, que se consideraba algo erradicado el siglo pasado. Tuve que regalar los perros y algunos murieron de pena. Salían llorando a lágrima viva de la perrera porque llevaban conmigo toda la vida y sabían que no volvían. Hacer daño gratuitamente, por hacer daño».

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